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cuestiones. En primer trmino, cuando (empleo el trmino en el
sentido histórico, por supuesto) la aldea de Jerusalem s Lot, el piso del plpito, aunque
carcomido, no mostraba huellas de una explosión o de grandes daos. Y si bien los antiguos
bancos estaban volcados y haba varias ventanas rotas, es lcito suponer que estos actos de
vandalismo fueron perpetrados por gamberros de las poblaciones vecinas, a lo largo de los
aos. Los habitantes ms viejos de Preacher s Corners y Trandrell siguen repitiendo
algunos rumores ociosos acerca de Jerusalem s Lot (quizs, antao, fue una de aquellas
inofensivas leyendas tradicionales la que omnibuló la mente de Boone y la llevó por la
senda fatal), pero esto no parece pertinente.
En segundo trmino, Charles Boone no era el ltimo de su linaje. Su abuelo, Robert
Boone, engendró por lo menos dos bastardos. Uno murió en la infancia. El segundo asumió
el apellido Boone y se instaló en la ciudad de Central Falls, Rhode Island. Yo soy el ltimo
vstago de esta rama del tronco de los Boone, primo segundo de Charles Boone en tercera
generación. He sido depositario de estos documentos durante diez aos, y ahora los hago
publicar aprovechando la circunstancia de que me he instalado en el hogar ancestral de los
Boone, Chapelwaite. Espero que el lector se compadezca de la pobre alma descarriada de
Charles Boone. Por lo que veo, sólo acertó en una cuestión: esta casa necesita urgentemente
los servicios de un exterminador.
A juzgar por el ruido, en las paredes hay unas ratas enormes.
Firmado:
James Robert Boone
2 de octubre de 1971
EL LTIMO TURNO
Viernes, dos de la maana.
Cuando Warwick subió, may estaba sentado en el banco contiguo al ascensor, el nico
lugar del tercer piso donde un pobre trabajador poda fumarse un pitillo. No le alegró ver a
Warwick. Teóricamente, el capataz no deba asomar las narices en el terreno durante el
ltimo turno. Teóricamente, deba quedarse en su despacho del sótano, bebiendo caf de la
jarra que descansaba sobre el ngulo de su escritorio. Adems, haca calor.
Era el mes de junio ms caluroso que se recordaba en Gates Falls, y el termómetro de la
Orange Cruz que tambin colgaba junto al ascensor haba alcanzado en una oportunidad los
treinta y cuatro grados a las tres de la maana. Sólo Dios saba qu clase de infierno era la
tejedura en el turno de tres a once.
Hall manejaba la carda: un armatoste fabricado en 1934 por una desaparecida firma de
Cleveland. Sólo trabajaba en la tejedura desde abril, de modo que todava ganaba el salario
mnimo de un dólar con setenta y ocho cntimos por hora, a pesar de lo cual estaba
satisfecho. No tena esposa, ni una chica estable, ni deba pagar alimentos por divorcio. Le
gustaba vagabundear, y durante los ltimos tres aos haba viajado, haciendo auto-stop, de
Berkley (estudiante universitario) a Lake Tahoe (botones) a Galveston (estibador) a Miami
(cocinero de minutas) a Wheeling (taxista y lavaplatos) a Gates Falls, Maine (cardador). No
planeaba volver a partir hasta que comenzara a nevar. Era un individuo solitario y prefera
el turno de once a siete, cuando la sangre de la tejedura circulaba en su punto ms bajo,
para no hablar de la temperatura ambiente.
Lo nico que no le gustaba eran las ratas.
El tercer piso era largo y estaba desierto, y sólo lo iluminaba el titilante resplandor de los
tubos fluorescentes. A diferencia de otros pisos permaneca relativamente silencioso y
desocupado..., por lo menos en lo que a seres humanos se refera. Las ratas eran harina de
otro costal. La nica mquina que funcionaba en el terreno era la carda. El resto de la planta
estaba ocupado por los sacos de cuarenta y cinco kilos de fibra que an deba ser peinada
por los largos dientes de las mquinas de may. Estaban apilados en largas hileras, como
ristras de salchichas, y algunos de ellos (sobre todo los de aquellos materiales para los que
no haba demanda) tenan aos de antigedad y estaban cubiertos por una sucia capa gris de
deshechos industriales. Eran excelentes nidos para las ratas, unos animales inmensos,
panzones, con ojos feroces y en cuyos cuerpos bullan los piojos y las pulgas.
Hall haba la costumbre de acumular un pequeo arsenal de latas de gaseosa que sacaba
del cubo de la basura, durante la hora de descanso. Cuando haba poco trabajo se las
arrojaba a las ratas, y despus las recuperaba parsimoniosamente. Sólo que esta vez le
sorprendió el Seor Capataz, que haba subido por la escalera y no por el ascensor,
demostrando que todos tenan razón al afirmar que era un furtivo hijo de puta.
 Qu hace, Hall?
 Las ratas  respondió Hall, consciente de que su explicación deba de resultar muy
poco convincente ahora que las ratas haban vuelto a acurrucarse en sus madrigueras .
Cuando las veo les arrojo latas.
Warwick hizo un breve ademn de asentimiento. Era un gigante rollizo con el pelo cortado
al cepillo. Tena la camisa arremangada y el nudo de la corbata estirado hacia abajo. Miró
atentamente a Hall.
 No le pagamos para que arroje latas a las ratas, caballero. Ni siquiera aunque las
vuelva a recoger.
 Hace veinte minutos que Harry no me enva material  arguyó Hall, pensando: Por
qu diablos no te quedaste donde estabas, bebiendo tu caf?  . No puedo pasar por la
carda el material que no me ha llegado.
Warwick asintió como si el tema ya no le interesara.
 Quiz ser mejor que suba a conversar con Wisconsky  dijo . Apuesto cinco contra
uno a que est leyendo una revista mientras la mierda se acumula en sus arcones.
Hall permaneció callado.
Warwick sealó sbitamente con el dedo.
 Ah hay una! Reviente a esa cerda!
Hall arrojó con un movimiento vertiginoso la lata de Nehi que tena en la mano. La rata,
que los haba estado mirando con sus ojillos brillantes como municiones desde encima de
uno de los sacos de tela, huyó con un dbil chillido. Warwich echó la cabeza hacia atrs y
lanzó una carcajada mientras Hall iba a buscar la lata.
 He venido a hablarle de otro asunto  dijo Warwick.
 De veras?
 La semana próxima es la del cuatro de julio  prosiguió el capataz. Hall hizo un ademn
de asentimiento. La tejedura estara cerrada desde el lunes hasta el sbado: una semana de
vacaciones para el personal con ms de un ao de antigedad, y una semana de inactividad
sin salario para el personal con menos de un ao de antigedad . Quiere trabajar?
Hall se encogió de hombros.
 Qu hay que hacer?
 Vamos a limpiar toda la planta del sótano. Hace dos aos que nadie la toca. Es una
pocilga. Usaremos mangueras.
 La comisión de sanidad del Ayuntamiento de ha dado un tirón de orejas al consejo de
Administración?
Warwick lo miró fijamente.
 Le interesa o no? Dos dólares por hora, paga doble el cuatro. Trabajaremos en el [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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